Escribe Laura Branchini
No es bueno naturalizar las violencias ni escondernos detrás del covid 19 para dejar de ver que nos siguen matando.son las doce y media de la noche y me llega un chat diciendo que es el cuerpo de Cecilia Basaldua, a quién buscamos desde hace veinte días, el que apareció en un descampado en Capilla del Monte, Su muerte fue violenta, y su causa fehacientemente no se puede determinar aún, pero se presume que se trataría de asfixia por estrangulamiento. el cuerpo presentaba heridas defensivas en distintas partes, cuya naturaleza y extensión deben ser complementadas con estudios anatomopatológicos y químicos, La catarata de mensajes de furia y angustia llenan mi pantalla, les voy a confesar lloro, desde hace media hora no paró de llorar porque en Cecilia se va una mas de nosotras. y no somos nosotras, las feministas, somos nosotras las mujeres a las que nos siguen matando y tirando en descampados.
Hace semanas preparo informes para contar la realidad seccional sobre las violencias en pandemia, llevó relevado los quince distritos que la integran y todos dicen lo mismo. han mermado las denuncias en comisarías de la mujer, lo que a mi entender está directamente relacionado a la obligación de que nosotras, las mujeres víctimas de violencias, tenemos de convivir con nuestros agresores, la obligación de los hombres de estar en sus casas hace que las situaciones de convivencia forzada, junto con la frustración que provoca el aislamiento sean una realidad angustiante. En lo que llevamos del año 2020 han ocurrido 96 femicidios en nuestro país y 7 de las víctimas fueron asesinadas en el contexto de las medidas de aislamiento. los números se hacen más reales cuando sabemos que el 65% de los feminicidios se cometieron en el domicilio de la víctima, y el 87 % de los femicidas estaban dentro del círculo de confianza o eran conocidos de las víctimas, quizás ahí encontramos el punto para dimensionar lo que sigue pasando, aunque no podamos salir a gritarlo. En lo que llevamos del año 2020 han ocurrido 96 femicidios en nuestro país y 7 de las víctimas fueron asesinadas en el contexto de las medidas de aislamiento. los números se hacen más reales cuando sabemos que el 65% de los feminicidios se cometieron en el domicilio de la víctima, y el 87 % de los femicidas estaban dentro del círculo de confianza o eran conocidos de las víctimas, quizás ahí encontramos el punto para dimensionar lo que sigue pasando, aunque no podamos salir a gritarlo.
Teníamos un grave problema y ahora se magnifica en tiempos de pandemia entonces… ¿como continuamos sosteniendo esa red que en pueblos chicos como los nuestros es el espacio de contención y atención?. desde el estado nacional se piensa en habilitar comisarías virtuales donde se puedan reportar lo que está pasando, y se reconoce al trabajo comunitario, que por la cuarentena se ha visto desarticulado como la primera línea de auxilio en barrios. El desafío es colectivo, aunque lo quieran seguir ocultando en nuestro pueblo se reciben de dos a cinco denuncias diarias, la violencia no está en cuarentena.
Urge que pensemos como estado medidas y estrategias a nivel local, porque los dispositivos nacionales y provinciales no pueden resolver, con la inmediatez que necesitan los casos, nuestras demandas. Tenemos la responsabilidad de dejar de hablar de las violencias que sufrimos las mujeres como si fuera algo que le pasa a otras, este problema es nuestro, nos pasa a nosotras, a tu vecina y en todas las clases sociales. la situación de pandemia agrava el panorama, las restricciones en relación a las salidas laborales que acompañamos y entendemos necesarias e imprescindibles, se vuelven un bumerán negativo cuando se trata de mujeres que deben convivir con sus agresores trayendo graves consecuencias en las dinámicas intrafamiliares. La solución es colectiva , y en tiempos de pandemia la lucha no se posterga por el virus.