A siete meses del comienzo del actual gobierno de Javier Milei, y como si viviéramos en el reino del revés, la crisis económica se acentúa y la desesperanza crece entre los ciudadanos en cualquier parte del país en que te encuentres.
Con medidas que han agravado la situación, esta historia parece no tener final feliz. Aumentos de luz, gas, agua, transporte público, nafta, peajes y la lista sería interminable, el costo de vida de los argentinos crece, pero los sueldos continúan estando congelados.
Fabricas que reducen su personal, y desmantelamientos en estructuras del Estado que funcionaron bien durante años como la asistencia a discapacitados, a mujeres víctimas de violencia de género, dan como consecuencia miles de desempleados.
Un Estado que recorta sin sentido, como el cierre de la Agencia de Noticias “Telam”, que solo puede tomarse como un recorte a la libertad de expresión o la falta de financiación en el INCAA que perjudica a la cultura nacional. Además el intento de privatización de los medios públicos, es otro acto de censura que perjudica la pluralidad de voces.
Periodistas y artistas perseguidos o destratados por funcionarios de turno también parece ser moneda corriente, si piensas u opinas contrariamente el mismo presidente de la nación puede responderte por la red social X como si fuera uno más de la farándula.
Las preocupaciones que tiene el gobierno no parecen ser las mismas que tiene Doña Rosa en su casa para llegar a fin de mes y esto se puede observar en la violencia que tiene y manifiesta la gente en sus actos de la vida cotidiana.
Se siente en el aire, todo el tiempo, una especie de mala energía que llevan consigo mismo los ciudadanos que son desbordados por esta crítica situación y que no encuentran esa esperanza que prometieron al final de sus días.
Ya no hay pandemia a la cual culpar, ya no gobierna el peronismo que se robó mucho, hay un gobierno que debe trabajar para mejorar la vida de los argentinos y que parece no estar cumpliendo con ninguna de las promesas de campaña.
La precarización social crece, hay más de 23 millones de pobres en el país, y esto parece no ser visto por el gobierno. Cientos de familias recortan sus prepagas o servicios para achicar sus gastos fijos. Mientras a otro sector, los que más tienen, le bajan los impuestos con la promesa de que sus inversiones crecerá el país.
En él mientras tanto, de esperar que la situación mejore, solo nos queda como ciudadanos confiar en que nadie se salva solo y mirar un poco más a nuestro alrededor para seguir resistiendo.