Sociedad / Gerardo Cárdenas el «Cubano» gilense

El medio “Bichos de Campo” publica en su edición on line una nota que cuenta la vida de Gerardo Cárdenas Leiva, para los que lo conocen “El Cubano” Noticias Gilenses comparten esta interesante nota firmada por Esteban “El Colorado” López

Lo primero que sobresale en el cubano Gerardo Cárdenas Leiva es su permanente buen humor. Y enseguida nos aclara que su profesión, que aquí se llamaría “de ingeniero nuclear”, en Cuba se llama “Energético nuclear”. De sus 58 años, lleva 30 viviendo en Argentina. Carga en sus espaldas una infinidad de anécdotas con ribetes tragicómicos y nos advirtió que no se hubiese animado a darnos esta nota en sus primeros tiempos de recién llegado a nuestro país. 

-¿Tus padres eran profesionales? 

-No, yo vengo de una familia muy humilde. Nací bajo el sistema castrista, que te daba la posibilidad de estudiar una carrera profesional, y tenías que trabajar en las vacaciones. Me recibí en 1988 y enseguida empecé a trabajar de mi nueva profesión. En 1994 pude acceder a una beca otorgada por el Organismo Internacional de Energía Atómica para venir a Buenos Aires. Estuve aquí 6 meses y me fascinó tanto la gran capital de Argentina -donde hice buenos amigos- que cuando regresé a mi país empecé a buscar otra beca para venirme de nuevo. 

¿Y te fue fácil conseguir otra beca?

-Por suerte, muy pronto conseguí una beca para hacer una maestría sobre un desarrollo nuclear en física médica, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Yo ya había decidido irme para no regresar, pero no se lo conté ni a mis padres. Supe del caso de un hombre que se iba para no volver, cuando ya estaba a punto de carretear el avión y de pronto lo abordó la gente de seguridad y le dijeron que bajara unos minutos para chequear un trámite. El hombre bajó, el avión recibió la orden de despegar sin él, y nunca más pudo irse. Recuerdo que mi sueldo era de 3 dólares y la foto para mi pasaporte me costaba 5 dólares. Mi madre los pidió prestados. Me adelantaron 20 dólares para poder viajar y lo primero que hice fue devolverle los 5 a mi madre. 

-Era muy poca plata para viajar.

-Claro, llegué a Buenos Aires en marzo de 1994, cuando aquí estaba la paridad de 1 dólar igual a 1 peso. Tomé un taxi al hotel y al llegar me quedaban sólo 5 dólares. Como el lunes ya me darían un dinero en la universidad, pedí que anotaran a mi cuenta un almuerzo, pero allí sólo servían café con leche y medialunas. Pues pasé sábado y domingo con esa dieta hasta que pude cobrar el lunes e ir a comer un buen churrasco con papas fritas en el comedor de la facultad. Imagínate que la dieta en Cuba es de porotos, arroz, algo de pescado y carne de cerdo, pero la carne vacuna, una vez por año. No olvido que apenas llegué, el gobierno cubano suspendió las salidas de mi país.

-¿Y cómo se concretó tu asentamiento en nuestro país?

-Tenía una amiga cubana que se había casado con un argentino, y en marzo de 1996 me dijo que tenía una amiga para presentarme. Me dio su teléfono, la llamé y me dijo: “Llamame mañana a la tardecita para acordar la hora y salimos a la noche”. Para los cubanos, esa expresión significa “a la hora de la siesta”. La llamé y la llamé y nunca me atendió, por lo que me desanimé, pensando que se había arrepentido. Pero resulta que se había ido a la peluquería para ponerse más linda y, cuando halló mis mensajes, me llamó y concretamos nuestro encuentro. Luego de esa noche, nunca más dejamos de vernos. Enseguida decidimos que, para alquilar por separado, nos convenía hacerlo juntos y achicar gastos. En diciembre de ese mismo año nos casamos. En 1998 nació nuestro hijo Manuel. En 2003 decidimos irnos a vivir a la pequeña ciudad de San Andrés de Giles, de donde es mi señora Silvina, y donde yo me siento muy a gusto.

¿Y hoy dónde trabajás como “Energético nuclear”?

-En 2003 ingresé a trabajar en una planta de irradiación industrial de la empresa Ionics SA, que es la única privada de la Argentina, ubicada en General Pacheco, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Aparte de ésta, sólo se ocupa de lo mismo la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea), la cual desarrolló en Argentina, en 1974, la tecnología que implementamos. Ionics, luego de 25 años de desarrollo, hoy opera dos unidades radiantes en una misma planta. En 2005 fui nombrado jefe de Instalación, un puesto de gran responsabilidad que ocupo hasta hoy, por lo que debo estar atento a la planta las 24 horas del día. Duermo sin apagar mi teléfono. 

¿Y en qué consiste tu trabajo?

-Para decirlo de modo vulgar, estoy a cargo de algo como si fuera un gran horno industrial de emisiones magnéticas. Nuestra planta utiliza Cobalto 60 con irradiaciones Gamma, que es el método de esterilización más efectivo e inocuo, en la actualidad. Mediante la Ionización Gamma esterilizamos productos agronómicos, cosméticos, dispositivos médicos, alimentos, nutracéuticos, domisanitarios, farmacéuticos y veterinarios. Los principales ingredientes que irradiamos para el agro son la turba y los sachets que sirven de soporte o envase para los inoculantes. Éstos deben quedar sumamente estériles para evitar la competencia entre microorganismos. También se irradian semillas para inhibición de brotación y descontaminación microbiana. Gran parte de las empresas que elaboran productos biológicos para el campo, son clientes de nosotros. 

Los argentinos hoy añoramos que fuimos un país con mayoría de clase media. ¿Te pasa lo mismo a vos con Cuba?

-Cuba en 1940 tenía la Constitución más avanzada, de tipo europeo. En esos tiempos, La Habana tenía más cines y teatros que París y era uno de los centros culturales de América Latina, junto a Buenos Aires. Fíjate que las 3 ciudades de América que tienen capitolio son Washington, Buenos Aires y La Habana. Es que Cuba fue primer productor mundial de azúcar y gran productor de tabaco. Cuando yo estudié, los tres países de la periferia que se perfilaban como “de primer mundo”, eran Canadá, Australia y Argentina, ya que este país llegó a ser sexta potencia nuclear del mundo. Tenía un gasoducto más moderno que Estados Unidos, el San Martín, y hasta hoy es líder mundial en la fabricación de tuberías de acero sin costura. Me preocupa mucho cómo crece la desigualdad por la inflación en la Argentina, y la situación en Cuba está muy difícil. El año pasado emigraron más cubanos de Cuba, que venezolanos de su patria. El 90% de mis amigos cubanos está fuera de su país natal. En Cuba no existe la democracia, y si disientes con el régimen, no lo puedes expresar, porque te llevan preso. Mis padres ya no viven y me queda una hermana, pero no quiero volver a mi país, porque me da mucha pena, aunque extraño mis raíces. 

Y parece que has asimilado mucho de nuestra cultura.

-Después de tantos años en Argentina, como asados, tomo vino y mate, pero a varios argentinos que bebían sólo whisky, los he convertido a beber buen ron. Nuestra cultura cubana es de un buen humor, de reírnos de nosotros mismos, en las buenas y en las malas. A pesar de que Argentina fue colonizada por España, noto que su cultura es más parecida a la de los italianos. En cambio, en nosotros se nota fuertemente el carácter español. Y creo que nuestro humor nos viene de una influencia andaluza.   

¿Y por qué preferiste vivir en una pequeña ciudad como es San Andrés de Giles, y tener que viajar a trabajar todos los días 90 kilómetros hasta General Pacheco, en el conurbano bonaerense? 

-Primero porque acá está la familia de mi esposa. Pero además, yo me crié en una época en que en La Habana nadie cerraba las puertas de sus casas con llave, y eso aún sucede en Giles, con una influencia de la ruralidad que la rodea y hace que la gente sea más dada, más sencilla, que se comparta más la vida. Y me hace revivir los bellos momentos de mi infancia cuando mis padres nos llevaban de vacaciones a la casa de unos tíos, en Santa Clara, que vivían en el campo.